El patrocinio de esos equipos representa un suculento pastel, que pelean por repartirse los colosos Adidas (las tres líneas más reconocibles del planeta) y Nike (el símbolo inspirado en la diosa de la victoria). La última infidelidad del Chelsea con Adidas aviva la guerra más sucia del marketing deportivo entre las dos multinacionales de ropa deportiva más potentes del mundo. Para la marca alemana y la estadounidense lo principal no es el rendimiento deportivo de los clubes, sino buscar más contratos, poner su firma encima de la del rival o negociar la cifra más escandalosa.